El alojamiento como parte de la experiencia
“Los hoteles boutique se caracterizan por su ambiente íntimo y su estilo idiosincrásico. Se distinguen de los hoteles de cadenas más grandes al ofrecer atención personalizada y alojamientos con estilo en torno a una temática” – USA Today.
No nos cansamos de repetir a nuestros clientes que cuando uno viaja por el sudeste asiático y no lo hace con una debida planificación e información, el viaje puede tornarse en una experiencia dura, insegura y frustrante. El sudeste asiático y Camboya en particular son destinos complicados en los que a veces la incapacidad para comunicarse, las diferencias culturales o las decisiones por ahorrarse unos cuantos dólares, pueden acabar con una experiencia de viaje no deseada.
El alojamiento resulta por tanto una parte indispensable para la necesaria recuperación después de jornadas maratonianas de transporte y visitas. Es por ello que siempre recomendamos a las parejas en sus lunas de miel o en sus escapadas románticas, que se alojen en un espacio único, relajante y con estilo, ideal para parejas de recién casados o para quienes buscan la quietud, el descanso y un trato cercano y personalizado.
Un poco de su historia
Aunque el término “Boutique” fue acuñado en Estados Unidos e Inglaterra en los años 80 del siglo pasado, es en el Sudeste de Asia donde ha arraigado y popularizado posiblemente más que en ningún otro lugar. Aunque los establecimientos boutiques en Asia comparten muchas de las características genéricas que definen el término a nivel mundial, hay algunos elementos que lo hacen únicos debido a un proceso paulatino de adaptación en función de las circunstancias y singularidades histórico-culturales y paisajísticas de esta parte del mundo.
Camboya fue protectorado francés durante más de 60 años (1887-1953), formando parte de lo que popularmente se conocía como la Indochina Francesa.
Aunque el legado de ese maridaje de culturas tan diversas con los años se ha ido diluyendo, dando paso a otras influencias más cercanas geográficamente, la impronta colonial aún sigue muy presente en la arquitectura, en el arte, así como en ese sentido del disfrute de la naturaleza sin renunciar a la comodidad.
En ese marco, comenzaron a proliferar establecimientos que querían reproducir y popularizar la misma experiencia alojativa que, con carácter exclusivo, habían tenido los colonizadores, la realeza o la aristocracia en sus residencias o clubes privados.